El Viura brota como una erupción volcánica junto a la iglesia del pueblo. Unos cubos caprichosamente superpuestos, incrustados en la roca de la ladera, que hacen que el visitante que ve por primera vez nuestro hotel, tenga la sensación de estar ante una escultura y no un edificio. Una escultura que se asienta en el entorno y que integra raíces del pasado —física y emocionalmente—, en forma de antiguos túneles de huida secretos, que hemos convertido en parte de nuestra bodega.

Nuestras habitaciones son mucho más amplias de lo habitual. Espacio no nos falta y queríamos compartirlo con nuestros huéspedes. Habitaciones en las que se dan la mano el brutalismo del hormigón y el amor que los vascos tenemos por la madera y los materiales nobles. Habitaciones con amplios ventanales desde los que observar este entorno privilegiado. Bienvenidos al Viura, el punto de partida perfecto para vivir esta Tierra de Vinos.